sábado, 11 de junio de 2011

EN LA TERRAZA DE UN BAR





Sainete para cinco actores: La acción transcurre en la terraza de un bar. En una mesa dos mujeres con aspecto de “tigresas”, en la otra dos hombres que las observan e intentan “ligar” con ellas. Completa el quinteto un camarero afeminado que interpreta los requiebros de los hombres como si fuesen dirigidos hacia él, hasta que descubre su error.

Se abre el telón y se ven dos mesas vacías con cuatro sillas cada una y el camarero aburrido, esperando clientes que pasa una bayeta limpiando las mesas exagerando los movimientos, como si les estuviese dando lustre. Comienza a hablar y en mitad de su chachara aparecen las dos mujeres que se dirigen a una de las mesas.

CAMARERO.– ¡Huy! Que aburrimiento. Llevo dos horas de píe y aún no he visto un monumento. –Entran las dos mujeres– “¡Vaya! Para ser la primera mesa: dos zorras. Solo con mirarlas se ve, que no vienen de un convento”.
¡Buenas tardes! “Señoritas! Elijan mesa que, enseguida las atiendo –Dirigiéndose al público– ¿Señoritas? Zorrones, y bien compuestos.


ELENA.– Aquí estaremos bien –sentándose en la mesa de la izquierda del público–. ¡Camarero!

CAMARERO.– ¡Que ya voy! (para sus adentros)“¡So bruja!”. Ya estoy aquí, ¿que tomaran? Las mas guapas. (mirando al público)“¿Guapas? Si parecen dos jumentos”.

ISABEL.– ¡Oye chico! ¿Porqué hay tan poca gente?

CAMARERO.– Aún es pronto. Luego vendrán unos hombres “muy apuestos”. Vienen todas las tardes. Les gusta mirar lo ¡BUENO! Entonces ¿que tomarán?

ELENA.– Un café con leche y media tostada con mantequilla.

ISABEL.– Yo lo mismo.

CAMARERO.– (Hacia el público) “¿Con mantequilla? Con veneno si pudiera”. –Desparece de escena camino de la barra.

ISABEL.– Chica, este camarero ¿ENTIENDE?

ELENA.– ¿Que si entiende? Cosa fina. Pues no has visto que meneo. Si parece..., bailarina.

ISABEL.– Aquí es donde dices que vienen esos que, según tu, están ¡tan buenos!

ELENA.– Ya has oído al camarero. Y ese debe entender. Jajajaja... (Risas de las dos).

ISABEL.– Mira ¿No serán esos dos?

ELENA.– Los mismos. Disimula.

Entran dos hombres que toman asiento en la otra mesa, haciendo gestos entre ellos y señalando a las dos mujeres.

PACO.– ¡Has visto! Esas tienen que caer. Que, en lo que va de mes: ni un... rosco hemos pillado y, si seguimos así, se me oxida “paquito”.

ANTONIO.– No están mal las palomitas. ¡A por ellas Paco!

Entra el camarero con los dos cafés para las mujeres.

PACO.– ¡Buenas tardes señoritas!

ISABEL.– Buenas tardes caballeros. No están mal (Mirando a Elena) ¿no te parece? Con suerte, hoy ligamos. (Mira a los hombres por encima del abanico mientras se da aire)

CAMARERO.– Aquí tienen sus cafés y las tostadas con mantequilla (mirando al público) “so focas”. –(Va zalamero hacia la otra mesa) ¡Hola! Cuanto habéis tardado hoy. ¿Que os gustaría tomar? (Se insinúa con descaro).

PACO.– Una copa de jerez.

ANTONIO.– Yo una caña.

CAMARERO.– Esta bien. Si os ¡conformáis! con eso. Enseguida os lo traigo. (Sale de escena).

ANTONIO.– (A Paco) Esas dos están mirando. Será cuestión de lanzarse, antes de que llegue alguno y nos quedemos ¡observando! Que es lo que nos pasa siempre. Para mi la de la derecha, que la otra, te está estudiando.

PACO.– ¡A por ellas!

Entra el camarero que les trae lo que pidieron. Se sitúa entre las dos mesas.

PACO.– (Mirando a las mujeres y dirigiéndose a su amigo) ¿Has visto que culito?.

CAMARERO.– ¡Huy! ¡Descarado!. (Al público) “Ya lo tengo. Se ha fijado en mí el mas guapo”. (Se retira hacia un extremo del escenario).

ANTONIO.– (Levanta su vaso como si brindara, en dirección a la otra mesa, mientras piropea a las mujeres) Hoy la terraza está muy linda. Han puesto flores en las mesas.

ELENA.– ¡Muchas gracias! ¡Que bonito su piropo!

PACO.– ¿Piropo? No es piropo. Es religión. Que son vds. preciosas.

ISABEL.– ¡Que galante! Caballero.

CAMARERO.– “Peligro Rodolfo, amigo, que esas dos se te adelantan y no te comes un higo” (Llega hasta la mesa de los dos hombres) ¿Necesitan algo mas? Saben que pueden pedir, lo que quieran y aún mas. (Se insinúa con mucho descaro, mientras hace un gesto despectivo hacia las mujeres)

PACO.– Tenemos unas entradas para la corrida de mañana. ¿Les gustan los toros? ¡prendas! ¿Quieren acompañarnos? (Les muestra unas entradas).

ELENA.– (Dándole un codazo a Isabel) Ese es tuyo compañera. Dile que si. Que iremos.

ISABEL.– Si nos invitan vds. ¿como vamos a negarnos? Porqué no, nos acompañan y vienen a nuestra mesa, que estamos todos ¡gritando!

ANTONIO y PACO.– (Al unísono) Si nos invitan. Allá vamos.

Antonio y Paco se levantan, para cambiar de mesa. El camarero se alarma al verlos y se acerca a la mesa de los hombres.

CAMARERO.– (Hacia el público) “¡Pero que hacen estos. Que se los llevan las zorras”. (Llega a la mesa de los hombres, algo alterado) Pero se van con esas. Con lo bien que habían elegido. ¿Ahora se cambian de mesa? (Al público) “Todos son iguales. En cuanto huelen marisco...” (Lleva los vasos hasta las mesa de las mujeres). ¡Hala! Ya están todos bien servidos. Y yo con la mesa libre. (Vuelve al extremo del escenario).

PACO.– (A Isabel) ¡Que dos ojos tiene vd.! Hacen perder el sentido.

ISABEL.– No sea vd. exagerado. Normalitos nada mas. Los suyos (le mira parpadeando con mucho exceso) tampoco están mal (tonteando).

ANTONIO.– (A los otros tres) ¿Porqué no nos tuteamos? Que con tanto vd. parece, que estamos en el Parlamento. Señoría para aquí, señoría para acá. Nosotros lo que queremos es que seamos amigos, que mañana en la corrida con vosotras a los lados, corre peligro el torero de sufrir una cornada, por mirar donde no debe. Al tendido y no al astado.

Risas de todos y malas caras y gestos de “pluma” del camarero.

ANTONIO.– Yo soy Antonio y este es Paco. ¿Como os llamáis vosotras?

ELENA.– Antonio. Ese nombre es muy bonito. Así se llamó el romano que volvió loca de amor a Cleopatra del Nilo (Se le queda mirando poniendo “ojitos”. Esta es Isabel y yo Elena.

ANTONIO.– Elena. Pues si Elena tu te llamas, yo seré Paris de Troya y juntos los dos lograremos que se reescriba la historia. Si tu te casas conmigo viviremos en la luna. Solos los dos... y una cuna.

ELENA.– Que cosas dices Antonio. En la luna, los dos solos ¡que aburrido! ¿No estás yendo muy deprisa? (Protesta fingidamente, pero está encantada con lo que oye).

PACO.– (Dirigiéndose a isabel) Nuestros amigos progresan. Hoy está siendo un buen día. ¿Sabes que te estás colando?, Aquí dentro. Muy deprisa. (Se señala el pecho, a la altura del corazón con una mano y con la otra coge una de Isabel).

ISABEL.– ¡Paco! ¿Te has vuelto loco? (Pero no retira su mano). El caso es que tu también me estás gustando.

CAMARERO.– (Al público) Mira las “mosquitas muertas”. Pues mirándolas parecen, inocentes colegialas y son lo que no aparentan. ¡Zorrones!, mas que ¡zorrones! Con lo que yo les gustaba, se los llevan a los dos, ”pobrecitos”. (Se entretiene limpiando la mesa donde estaban los hombres, mientras escucha lo que hablan las dos parejas). Pero si son dos callos con lentejuelas, hasta espolones deben tener esas dos y ellos, tampoco son para tanto. ¡Mejores los he tenido! Mientras tanto aquí estamos. ¡Esperando! (Dando un suspiro).

ANTONIO.– Y ya que somos amigos, juntos los cuatro vayámonos al teatro. Tengo entradas para ver un sainete muy divertido. Lo ha escrito un buen amigo, en la terraza de un bar.

ELENA.– ¡Que hombres mas cómodos! Tienen entradas para todo. Con estos, comprarse un piso, debe ser: ya lo veo, ya lo piso. Al Antonio me lo pido, no se escapa de rositas. Cuando quiera darse cuenta, soy la dueña de su cuenta.

ISABEL.– ¿Al teatro? ¿Como no? Si es mi mayor afición.

CAMARERO.– (Al público) “No ha dicho ninguna mentira, que esas dos, lo que es de teatro. Doy fe que saben un rato. Bien se han llevado a los primos”. (Sale de escena, como si fuese hacia el bar).

ELENA.– Nos vamos cuando queráis. Aquí ya no hacemos nada.

PACO.– ¡Camarero!

CAMARERO.– ¡Voy! (Sale al escenario y se acerca a la mesa) ¿Que desean los señores? (Lo de señores con mucho “retintín”.

PACO.– Sacanos la cuenta incluyendo lo de estas señoritas y cuando la tengas. Cobra. (Deposita sobre la mesa un billete).

CAMARERO.– (Coge el billete y se retira) “Pues no me ha llamado “cobra”. Eso quisiera ser yo. “pa picarte por donde yo se” ¡Ay! (Suspiro) “Nada, que se los llevan las... víboras”. (Sale otra vez y va hacia la mesa) Aquí tienes la vuelta. Y sabéis donde estoy.

Las dos parejas se levantan y salen de escena.


Fin









2 comentarios:

margari dijo...

soy margari quiero dejarte un comentario pero no me ,es bueno,haber si te decides y escribes algo y lo editas nunca es tarde si la dicha es buena un beso

Unknown dijo...

Hola Margari. Solo con que te haya gustado ya me doy por satisfecho.
Besos